14 jun 2017

Adel Najjar, imán de Badajoz

Badajoz,14/06/2017 - ANTONIO TINOCO -blogs.hoy.es


El pasado viernes, Adel Najjar, el imán de la mezquita de Badajoz, me invitó junto a otras personas de los medios de comunicación, de los grupos políticos de la ciudad y vecinos del barrio del Gurugú, donde está la mezquita, a que compartiéramos la cena que iban a tomar él y otros musulmanes para poner fin al ayuno del Ramadán.

Conozco a Adel Najjar desde hace, quizás, treinta años, cuando aún estaba reciente su decisión de dejar la carrera de Medicina, por la que había venido a Badajoz desde su Palestina natal, para crear una modesta mezquita en la que los escasos musulmanes que había en la ciudad pudieran reunirse en torno al Corán. La mezquita estaba en una casa de la calle Santa Lucía y allí hizo este periódico un reportaje que hablaba sobre qué significaba el Ramadán, sobre los musulmanes en Badajoz y también sobre aquel joven imán, Adel Najjar. Fue su primera aparición pública y siempre que puede recuerda el agradecimiento que tiene a HOY porque aquella información supuso para él y para la mezquita una feliz presentación de los musulmanes ante la sociedad.

Desde entonces, Adel Najjar, con la callada tenacidad de la hormiga, ha ido tejiendo una red de relaciones basadas en el respeto y en la defensa del valor de la convivencia, de tal manera que ha hecho de la mezquita de Badajoz, además del lugar de oración que es para los cada vez más numerosos musulmanes, un punto de encuentro en el que todos, tengan la religión que tengan o no tengan ninguna, se sienten como en casa. El sitio que la mezquita tiene y el papel que ocupa Adel Najjar en el Gurugú lo explicaban durante la cena del pasado viernes algunos vecinos, cuando contaban con un cierto tono zumbón que es este imán, que lleva ya allí veinte años, el que, cuando un nuevo cura llega a la parroquia, lo pone en antecedentes de lo que pasa y de quién es quién en el barrio.

La ciudad de Badajoz debería sentirse afortunada de tener entre sus vecinos a Adel Najjar porque su manera de tratar a los demás es un antídoto contra los prejuicios sobre el Islam. Najjar representa la oportunidad cercana de conocer los fundamentos de una fe que, como la cristiana, predica la paz y la concordia entre todos los hombres y –lo más importante- cumple con ese compromiso desde que abrió la mezquita.

No tengo la menor duda de que Ignacio Echeverría, el joven que trató de impedir con su monopatín que tres terroristas siguieran acuchillando gente en Londres y que pagó ese gesto de auxilio con su vida, es para el imán de Badajoz exactamente el mismo héroe que para usted y para mí, y que la única diferencia entre usted y yo y Adel Najjar ante este o cualquier otro atentado cometido en nombre del Islam, es que él tiene que añadir al dolor por las víctimas la rabia y la amargura de que los terroristas pongan como excusa para el asesinato al dios por el que él abandonó la carrera de Medicina y por el que ha edificado una mezquita.

A Adel Najjar no debería abandonarle el consuelo de que para quienes lo conocemos el Islam siempre será él, nunca los terroristas del Estado Islámico.

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